¿Qué fue primero, el pollo o la guerra comercial?

¡Qué divertido ha sido el comienzo de 2025! La palabra del año han sido los aranceles, simplemente no hay escapatoria. Todos los días, el presidente Donald Trump parece pronunciar esa palabra de seis letras, y todos los días hay nuevas declaraciones sobre aranceles de 25% sobre Canadá, luego aranceles de 50% sobre Canadá, y ahora aranceles de 200% sobre el vino de la UE. Las idas y venidas son suficientes para marear al mercado.

Teniendo esto en cuenta, he pensado que sería interesante echar una rápida mirada retrospectiva a una de las guerras comerciales más famosas de la historia, examinar sus implicaciones y preguntarnos: ¿Se está repitiendo la historia?

Guerras comerciales: algo más que aranceles

Las guerras comerciales siempre han tenido que ver con algo más que aranceles y políticas económicas: tienen que ver con el orgullo nacional, la influencia política y, a menudo, con un asunto aparentemente menor que se convierte en una batalla económica a gran escala. Las disputas comerciales actuales giran en torno a los semiconductores, los vehículos, los minerales de tierras raras, el acero, el aluminio y el alcohol, y eso es sólo el principio. Sin embargo, se parecen mucho a uno de los conflictos comerciales más famosos del siglo XX: La Guerra del Pollo.

La guerra de los pollos: una batalla económica emplumada

La Guerra del Pollo de los años sesenta no se libró con armas, sino con aranceles y medidas de represalia que se extendieron por todas las industrias. Todo empezó cuando los granjeros estadounidenses fueron pioneros en la cría industrializada de aves de corral, reduciendo drásticamente el coste del pollo. Con esta nueva eficiencia, Estados Unidos inundó el mercado europeo de aves de corral baratas, amenazando a los granjeros locales de Francia y Alemania Occidental.

En 1962, la Comunidad Económica Europea (CEE), precursora de la UE, impuso fuertes aranceles a las importaciones de pollo estadounidense. Washington no vio con buenos ojos esta medida. En respuesta, Estados Unidos tomó represalias imponiendo aranceles a los productos europeos, incluidos camiones, brandy y almidones. Y así empezó la guerra comercial.

Aunque en su momento pudo parecer una trifulca económica sin importancia, las consecuencias de la Guerra del Pollo fueron duraderas. Uno de los resultados más significativos fue el infame arancel 25% que Estados Unidos impuso a los camiones ligeros, una medida dirigida inicialmente a Europa pero que más tarde afectó a Japón y Corea del Sur. Este arancel, conocido como el "Chicken Tax", sigue afectando a la industria automovilística hoy en día, haciendo que las camionetas fabricadas en el extranjero sean significativamente más caras en el mercado estadounidense.

Para llevar: Diferentes productos, mismo juego

La Guerra del Pollo nos enseña que las guerras comerciales rara vez se limitan a su frente de batalla inicial. Los aranceles sobre un producto a menudo conducen a represalias más amplias, que afectan a industrias enteras de maneras imprevistas. Al igual que una disputa sobre las aves de corral transformó el comercio mundial de automóviles, la determinación de Trump de corregir lo que considera un superávit comercial injusto podría extenderse por las cadenas de suministro mundiales durante décadas.

Entonces, ¿estamos condenados a repetir la historia? Si hay una lección que aprender, es que las guerras comerciales rara vez producen claros ganadores. El proteccionismo puede suponer un alivio temporal para las industrias nacionales, pero a largo plazo suele generar mayores costes para los consumidores y tensiones en las relaciones internacionales. Queda por ver si los líderes actuales tendrán en cuenta esta lección, pero si el pasado sirve de indicio, es probable que el camino no sea nada fácil.

 

Descargo de responsabilidad: Esta información tiene únicamente fines educativos y no constituye asesoramiento en materia de inversión. Los mercados financieros entrañan riesgos, y las rentabilidades pasadas no son indicativas de resultados futuros. Realice siempre su propia investigación y busque asesoramiento profesional antes de tomar decisiones de inversión.