Lunes negro: El día en que los mercados olvidaron cómo respirar

A la luz de la reciente evolución de los mercados, he pensado que estaría bien hacer un viaje a los orígenes del término "lunes negro".

Fue un lunes como ningún otro. El 19 de octubre de 1987, un día que se grabaría en los anales de la historia financiera con toda la sutileza de un mazazo a través de una ventana de cristal. El Promedio Industrial Dow Jones se desplomó la friolera de 22,6% en un solo día de cotización. Para ponerlo en perspectiva, imagínese despertarse y descubrir que casi una cuarta parte de su cartera se ha esfumado antes incluso de tomarse el café de la mañana.

Fue el Lunes Negro, y no sólo sacudió Wall Street, sino que conmocionó a todo el mundo.

La calma antes de la tormenta

Antes del desplome, los mercados estaban en racha. La década de 1980 estuvo marcada por una embriagadora mezcla de desregulación, optimismo y un mercado bursátil que parecía incapaz de ir a otro sitio que no fuera al alza. Le suena familiar, ¿verdad?

Pero bajo esa apariencia brillante se estaban formando grietas. La preocupación por la sobrevaloración de la renta variable, la subida de los tipos de interés y las tensiones comerciales entre Estados Unidos y Alemania bullían bajo la superficie. Y luego estaba el misterioso nuevo chico del barrio: estrategias informáticas de negociación de programas que podían colocar órdenes de venta masivas más rápido de lo que se puede decir "seguro de cartera".

El día en que las máquinas tomaron el control

En la mañana del 19 de octubre, las ventas comenzaron en silencio. Pero, como una bola de nieve que rueda colina abajo, cobró un impulso aterrador. A medida que los precios caían, los algoritmos informáticos activaban órdenes de venta automáticas. Esto echó más leña al fuego, que desencadenó más órdenes de venta, y así continuó un círculo vicioso sin interruptor de apagado.

Al final del día, el Dow había perdido 508 puntos, una caída que hoy equivaldría a varios miles de puntos. Los mercados de todo el mundo siguieron su ejemplo. Londres cayó más de 10%, Hong Kong más de 45% en los días siguientes.

Era global. Fue rápido. Y fue brutal.

¿Cuál es la causa?

Señalar una única causa sería como intentar atrapar humo con las manos. La mayoría de los analistas coinciden en que fue una tormenta perfecta de factores:

  • Cuestiones de valoración: Podría decirse que las acciones estaban sobrevaloradas.
  • Temor a los tipos de interés: La subida de tipos presionó las valoraciones de las acciones.
  • Tensiones geopolíticas: Los desacuerdos sobre la política comercial y el papel del dólar estadounidense aumentaron la ansiedad de los mercados.
  • Nueva tecnología comercial: La negociación programada y los seguros de cartera se diseñaron para limitar las pérdidas, pero en realidad aceleraron el pánico.

En resumen, era el equivalente financiero de todo el mundo intentando salir de un teatro al mismo tiempo porque alguien olía a humo.

Las secuelas

A diferencia de la Gran Depresión de 1929, el Lunes Negro no provocó una crisis económica prolongada. De hecho, el mercado se recuperó con relativa rapidez. La Reserva Federal intervino, inyectando liquidez y asegurando a los inversores que les cubría las espaldas. Alan Greenspan, recién nombrado presidente de la Reserva Federal, se comprometió a proporcionar todo el apoyo necesario para mantener la estabilidad del mercado.

Esa acción rápida y decisiva ayudó a evitar un mayor colapso. Pero también sentó un precedente que algunos considerarían peligroso sobre la voluntad del banco central de apoyar a los mercados.

Las lecciones aún resuenan hoy

El Lunes Negro puede parecer historia antigua, pero sus lecciones son perennes. Los mercados son emocionales. Pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Y como la tecnología desempeña un papel cada vez más importante en el comercio, los riesgos de ventas rápidas y sistémicas siguen siendo muy reales.

También sirve como advertencia sobre la excesiva confianza en los algoritmos y la importancia del juicio humano en momentos de crisis. Porque cuando las cosas se tuercen, no se trata solo de números en una pantalla, sino de confianza, medios de vida y estabilidad.

Al final, el Lunes Negro fue algo más que un desplome. Fue un momento de toma de conciencia colectiva: por muy sofisticadas que sean las herramientas, el mercado sigue gobernado por una fuerza primordial: el miedo.

Y en ese día de octubre de 1987, el miedo gobernó el día

 

Descargo de responsabilidad: Esta información tiene únicamente fines educativos y no constituye asesoramiento en materia de inversión. Los mercados financieros entrañan riesgos, y las rentabilidades pasadas no son indicativas de resultados futuros. Realice siempre su propia investigación y busque asesoramiento profesional antes de tomar decisiones de inversión.